Herman Koch es un escritor holandés. Perdón, Herman Koch es uno de los
escritores holandeses contemporáneos más importantes. Ya tiene tres novelas
publicadas en español, y está en Bogotá invitado por la Embajada del Reino de
los Países Bajos, con motivo de la FILBo 2016, en donde son el país invitado de
honor.
De entrada, conocer a Koch resulta chocante. Un hombre tranquilo, que si
usted, protocolario lector, se cruza en la calle y no ha visto nunca una foto,
podría pasar por su lado y no saber que ese hombre, que usa jeans, tenis de
tela y polo descolorido es uno de los escritores contemporáneos más leídos en
el mundo.
Pero Koch viene a ser la imagen del escritor que uno siempre ha tenido.
El hombre que siente que, para poder hablar de sí mismo, necesita escribir.
Suena a lugar común. Y, muy probablemente, si se le pregunta, responderá con
alguno de sus comentarios llenos de humor e ironía. Pero Koch es eso: un hombre
lleno de curiosidad y de sensibilidad, introspectivo, que siente la carga del
mundo y que ve en la ficción la manera de hablar y de mostrar una realidad cada
vez más compleja, pero también cada vez más recurrente.
De pronto es esa la razón por la que dice que nunca escribiría una
novela histórica. Para qué tratar de mirar el pasado, si constantemente nos
estamos repitiendo. Y ese es uno de los miedos que Herman Koch tiene: caer en
la trampa de repetirse, de encontrar un estilo y una voz que lo disparen en
ventas y mantenerse ahí, porque eso es lo que sus lectores quieren leer.
Es por eso que, con cada novela, trata de reinventarse. Y es por eso que
considera que el humor es a la literatura como la salsa a la comida. Y es por
eso, también, que cree que los detalles son importantes dentro de la narración.
Es a través de ellos que logra que el lector se enfrente a sí mismo, y se
pregunte qué haría en caso de enfrentarse al hecho de que su hijo sea un
criminal. ¿Podría o no, eventualmente, entregar a su propio hijo a la justicia?
Todo esto parte de la capacidad de “imaginarse situaciones que pueden
ser posibles en la propia vida”, afirma.
Frente a la escritura, lo que aconseja este escritor es, ante todo,
tratar de “mantener el motor en marcha. Hay que generar el hábito de escribir.
Al principio, siempre creo que es importante escribir mucho. Acostumbrarse a
escribir. AL cabo de un mes el escritor novato tendrá una buena cantidad de
hojas de donde podrá sacar mucha sustancia. Incluso, si paso cinco días sin
escribir, empiezo a sentir que me falta algo.”
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